Según recientes estudios, poder desenvolverse con soltura en una nueva lengua reside en el aprendizaje natural que se desarrolla en las edades más tempranas.

Escribir en la nueva lengua es la muestra inequívoca de la correcta adquisición de la misma.

En primera instancia, todos pensamos que aprender un segundo o tercer idioma no debería ser un problema en la actualidad, debido al nivel de concienciación que tienen nuestros jóvenes y muchos padres acerca de la importancia que posee el hecho de manejar varias lenguas para un entorno laboral cada vez más competitivo.

Sin embargo, no es preciso rebuscar mucho en los noticieros semanales para apreciar los déficits de competencias lingüísticas que poseemos en Canarias. No en vano, éste es uno de los principales caballos de batalla del Ejecutivo Regional para los próximos años.

¿Pero a qué se debe esta carencia? ¿Quizá es una cuestión de que hemos estado utilizando métodos obsoletos durante mucho tiempo?

A tenor de lo comentado, recientemente se ha podido saber según prestigiosos lingüistas que el método más apropiado para la adquisición de un nuevo idioma es comenzar desde edad temprana, asemejando lo más posible el aprendizaje de esta segunda lengua con el que se desarrolla en la adquisición de nuestra lengua materna, siguiendo un proceso natural y espontáneo.

Según este método, las principales fases serían:

1.Escuchar. Asimilar el oído a los sonidos de un nuevo idioma es la fase crucial para la adquisición de éste y mejor si esto se desarrolla en las primeras edades. Así es como sucede con la lengua materna, en la cual el niño/a aprende primero a escuchar.

 2.Comprender. Tras una exposición continuada al nuevo idioma, el niño/a comienza a comprender lo que escucha.

3.Hablar.El niño verbaliza lo que ha ido aprendiendo.

4.Leer. Después de superadas las anteriores fases, el niño tiene la base suficiente para ir comprendiendo pequeños textos en el nuevo idioma. Lo que representa el paso previo a adquirir la destreza de la escritura en la citada nueva lengua.

La citada secuencia se ve fortalecida si el niño/a se encuentra con una gran cantidad de estímulos externos y actividades dinámicas a la par que divertidas. Y el ejemplo inmejorable de ello lo podemos encontrar en los campamentos de verano.